jueves, 12 de febrero de 2015

Vecinos distantes y… amenazantes




ALBERTO LÓPEZ MORALES
     San Francisco Ixhuatán y San Francisco del Mar son dos pueblos vecinos. Los une o separa, según el cristal con que se mire esa relación, el río Ostuta. Ambos está ubicados en la zona oriente del Istmo. Desde 1972 viven un conflicto agrario provocado por el gobierno de Luis Echeverría. Ese conflicto ha dejado muertos, viudas y huérfanos, así como casas, escuelas e iglesias incendiadas y sobre todo un encono irresuelto por intereses políticos y económicos, aunque los habitantes de ambas localidades vivan en medio de ancestrales signos de pobreza y marginación. Unos más y otros menos, pero siguen abandonados.
     San Francisco del Mar y San Francisco Ixhuatán viven de actividades productivas diferentes. Los pobladores huaves subsisten de la pesca, mientras que los zapotecas de Ixhuatán trabajan la tierra y sobreviven de la exportación del melón y del mango y trabajan la ganadería. Los primeros son comuneros y los segundos pequeños propietarios.
     Los dos pueblos comparten una delgada línea divisoria de su geografía física. Entre un pueblo y otro pueblo, que forman sus respectivas agencias, solo hay una polvorienta calle. Aunque la geografía humana se ha impuesto porque hay mujeres de Ixhuatán que se han casado con hombres de San Francisco del Mar y viceversa y esa nueva generación de familias entrelazadas no quiere saber nada de problemas, conflictos y menos de enfrentamientos. Entre ambos pueblos hay cruces sanguíneos y cuyos descendientes quieren vivir en paz.
     Pero a pesar de esas aspiraciones, en ambos lados hay intereses que apuntan a todo, menos a vivir en paz y han terminado por convertir a esos dos pueblos en vecinos distantes, y lo más peligroso, con un discurso amenazante.
     En 1972 el gobierno de Echeverría Álvarez favoreció con una resolución presidencial a los habitantes de San Francisco del Mar, al dotarles de 49 mil hectáreas de tierras cultivables y de vocación ganadera. Como dicha resolución no se ejecutó, los pobladores de Ixhuatán se quedaron con 22 mil hectáreas de tierras que ya estaban en su posesión.
     A 43 años de aquella época, resurgen las voces e intereses para que ambos pueblos vuelvan a tocar los tambores de guerra, de violencia y de intolerancia frente a la omisión de las autoridades agrarias y del gobierno estatal que anda extraviado en la búsqueda de la paz y el progreso que falsamente ofreció para desplazar al PRI y que prefiere actuar igual que los priístas desplazados.
     Para este sábado, pequeños propietarios y autoridades de Ixhuatán recorrerán, con todo su derecho, los más de 50 ranchos ixhuatecos amenazados por los dirigentes comuneros de San Francisco del Mar que reclaman esas posesiones como suyas.
     Nadie niega que los comuneros huaves recorran la zona que reclaman como suyas, como nada impide que los ixhuatecos hagan lo mismo desde su perspectiva de que esas tierras están en su posesión desde antes de 1972, pero el sentido común obliga a que ambas partes sean prudentes. Lo malo es que ambas partes acusan de que por la cercanía del proceso electoral, hay intereses que empujan a la confrontación. Y lo peor es que las autoridades agrarias y del gobierno de Oaxaca, sabedores de los antecedentes de violencia entre ambos pueblos, no medien para evitar el derramamiento de sangre que, como en años anteriores, solo abonan a favor del encono.
     Desde el año pasado, los comuneros de San Francisco del Mar recorrieron la misma ruta, abrieron brechas, derribaron árboles, fueron a ponerle cuotas económicas a los ixhuatecos posesionarios de las tierras. En ese entonces nadie del gobierno estatal o federal intervino. Ante tal omisión, ahora los ixhuatecos irán a solidarizarse con los suyos. Y en ese trayecto, en el que irán unas 500 personas a bordo de camionetas y con el decidido respaldo del edil panista José Luis García Henestroza y la policía municipal, lo mejor que se puede esperar es que nada se salga del control, porque de lo contrario, el domingo 15, las lamentaciones serán demasiado tarde.

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