martes, 23 de septiembre de 2014

POLICÍAS PARISTAS: Lejos de la familia; cerca del peligro

Alberto López Morales
     JUCHITÁN, Oax.- La voz es casi apagada, temerosa y se escucha con un dejo de angustia. En ese tono ausente, el uniformado azul admite que la vida de un policía, además de precaria, transcurre lejos de la familia, pero muy cerquita de todos los riesgos que uno puede imaginarse. En sus gestos y expresiones el hombre, que todos los días del servicio de patrullaje carga un rifle conocido como R 15 que pesa casi los cuatro kilos, resume cierta ansiedad por el estrés, orgullo por su trabajo,  coraje ante las ingratitudes de la sociedad y de sus mandos y miedo frente al peligro.

     “Guillermo”, nombre ficticio de ese elemento de la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca (SSPO), de los pocos de los dos mil elementos conocidos como “azules” o “estatales” que cuentan con estudios terminados de bachillerato, desnuda la vida cotidiana del policía, como los que desde hace una semana están en paro para exigir incrementos en sus salarios que actualmente es dos mil 182 pesos, sin considerar otros ingresos como la canasta básica de 473 pesos y el bono de riesgo que asciende a 550 pesos.

     −Los policías estatales no estamos especializados para atender los eventos que ocurren en Oaxaca, pero lo mismo los mandos nos envían a los bloqueos de carreteras, que a los conflictos políticos o a los problemas agrarios, aunque nuestra principal función es el patrullaje preventivo para garantizar la seguridad pública, ─comenta “Guillermo”.

     Apenas el 10 de junio de este año, los policías Jeremías Toledo Castro y Juan Miguel Cruz Zárate, murieron en una emboscada en el municipio de Cotzocón, donde habían acudido a apoyar a agentes de la Procuraduría de Justicia que iban a ejecutar varias órdenes de aprehensión derivadas de un conflicto poselectoral.

Costean su Prepa lejos de la familia
     La mayoría de los policías estatales proviene de comunidades indígenas y carece de estudios de bachillerato. “Casi todos solamente concluyeron la secundaria, pero el nuevo sistema policial exige que se cuente con la preparatoria”. En ese contexto, cada policía costea sus estudios en los sistemas abiertos del Cobao. “El único apoyo que brinda la SSPO es el permiso que otorga los sábados para ir al Sistema de Enseñanza Abierta (CEA), del Colegio de Bachilleres de Oaxaca”.

     Por lo general, revela “Guillermo”, cada policía tiene hasta tres hijos que cursan el nivel básico de educación y en teoría, debemos estar al lado de nuestra familia un promedio de seis días por cada mes de trabajo, pero… ante la acumulación de eventos (conflictos, festividades, bloqueos) y ante la escasez del personal, trabajan de largo hasta dos meses y de todas formas solamente “te dan seis días de descanso al lado de la familia”.

     ─ ¿Cómo resienten los hijos esas largas ausencias y cómo les afecta a ustedes?

     ─ Los hijos crecen al lado de la madre, pero tienen problemas de aprendizaje en la escuela. La mamá dice que luego los maestros se quejan porque a veces los niños se vuelven rebeldes, no completan la tarea y para nosotros la afectación es más económica, porque uno como adulto sobrevive a la nostalgia, pero cuando se prolonga la jornada laboral hasta dos meses, pues gastamos más en la alimentación y en la compra de artículos de aseo personal, ──responde “Guillermo”.

     Cada policía tiene un viático de 25 pesos para tres alimentos al día. “¿Quién puede hacer tres comidas al día con 25 pesos?”, interroga “Guillermo” con las manos vacías extendidas al aire. Por esa razón, explica, entre las principales exigencias de los policías paristas está el incremento hasta por cien pesos de los viáticos para alimentos. La semana pasada, la SSPO ofreció, en su primera respuesta elevar los viáticos por ese concepto a 50 pesos.

“Equipos anticuados y patrullas de la chingada”
     El uniforme normal de un policía estatal se integra por una casaca y pantalón azul. El fusil R 15 que pesa casi cuatro kilos, dos cargadores con 30 balas calibre .223, un par de botas, un casco balístico, fornitura y un anticuado chaleco antibalas que pesa 12 kilos que se usa cuando hay operativos.

     “La ropa y las botas, están desgastadas. En este año ¡no hemos recibido nada nuevo!”, admite “Guillermo” en una mezcla de furia y desesperación.

     ─ ¿Y las patrullas?

      Antes de su respuesta, “Guillermo” suelta una enorme y prolongada carcajada. Después se pone serio, jala aire y con la mirada retadora responde lacónicamente: ─Las patrullas están de la chingada.

     ─Están de la chingada, ─añade, ─porque no hay un programa de mantenimiento. Los jefes siempre dicen que no hay dinero y andan las camionetas corriendo con las llantas lisas y de pronto se apagan a medio camino.


     Es la voz de “Guillermo”, un policía que sabe que debe salir a trabajar a la siete de la mañana, pero que no sabe a qué horas regresará a su descanso. “A veces regresamos a las tres de la madrugada y siempre hay que estar listos para salir a las siete. Es el testimonio de ese policía que en gastos personales consume un tercio de su salario y que ahora junto con el patrullaje para cuidar la seguridad ciudadana, es solidario con sus compañeros paristas que exigen el derecho a la jubilación.

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