jueves, 26 de junio de 2014

NIÑOS MIGRANTES: EL ROSTRO DE LA CRISIS HUMANITARIA



Alberto López Morales
     CIUDAD IXTEPEC, Oax.-
En el albergue para migrantes “Hermanos en el Camino”, los pequeños Erwin y Cinthia, de 12 y 10 años de edad, respectivamente, se mecen en los columpios, después van a la resbaladilla donde se dejan caer desde arriba y luego se desplazan, de mano en mano, por las escaleras de unos juegos infantiles donados por el DIF/Oaxaca, instalados frente a los dormitorios destinados a la mujeres, cerca del acceso sur que ya no funciona por razones de seguridad.
     A una distancia de cinco metros, sentado sobre un tronco, Erwin Natanael vigila con su mirada tierna y melancólica cómo se divierten sus dos hijos que desde hace cinco días permanecen en el albergue fundado por el sacerdote Alejandro Solalinde. “Para ellos todo es diversión. Subirse al tren fue como juego. Ellos no saben de los peligros de la vida. Ahí están, jugando”, dijo el salvadoreño que dejó su país tras vender la cama, la cuna, el refrigerador y el vehículo que remató en 500 dólares y luego de que cerró su taller donde arreglaba radiadores porque, añadió en un susurro lleno de miedo al tiempo que volteaba para todos lados con temor a ser visto o escuchado, lo poco que ganaba no le alcanzaba para pagar la renta, el agua, la luz y la cuota que le exigían las pandillas.
     Guadalupe Rodríguez, integrante del equipo que coordina la atención en el albergue “Hermanos en el Camino”, reveló que están gestionando nuevos juegos infantiles porque el cruce de niños y niñas, que viajan solos o al lado de sus padres o de otro familiar, va en aumento. “Queremos que su estancia en el albergue sea entretenida”, agregó al tiempo de que expresó su temor que en el próximo viaje del tren traiga una oleada de menores de edad, porque el tren está parado en Arriaga, Chiapas. No ha salido por un desperfecto de las vías, pero ya les avisaron que en esa ciudad chiapaneca hay muchas mujeres, que huyen de la violencia doméstica, que traen a sus hijos con la intención de cruzar la frontera norte, donde el flujo migratorio de menores ya es conocido con el nombre de “crisis humanitaria”.
     En el área de Pediatría del Hospital Civil de esta ciudad, convalece Richard, de tres años de edad, originario de Honduras. Poco antes de las 16:00 horas del 28 de mayo, Richard y su madre Emily cayeron de La Bestia. Desde entonces ambos están separados. Ella en Oaxaca, donde le salvaron un brazo y el bebé en esta ciudad, donde le amputaron el tobillo derecho. El caso de Richard, quien apenas recibió la visita de su padre que estaba en Honduras, es parte de los peligros de la vida que hablaba Erwin Natanael y es uno de los tantos rostros dolorosos de la llamada “crisis humanitaria” que preocupa a los gobiernos de USA, de México y de los países centroamericanos cuyos representantes se reunieron el viernes 20 en Guatemala.
     Durante el periodo de junio de 2013 a junio de este año, en el albergue “Hermanos en el Camino” se registró el arribo masivo de menores centroamericanos: de 656 hondureños, 285 de El Salvador, 282 guatemaltecos, 39 mexicanos, ocho nicaragüenses y uno de Ecuador. La mitad de esos niños llegaron solos, otra parte dijo que venía con algún familiar y otros más confirmaron que viajaban con sus madres o padres. La estadística nos dice que está aumentando el flujo de menores que cruzan la frontera Sur para tratar de cruzar la frontera Norte, reveló Guadalupe Rodríguez.
     Como voluntarios de ayuda humanitaria y defensores de los derechos de los migrantes, y de los niños y niñas migrantes en especial, los coordinadores del albergue “Hermanos en el Camino”, esperan el regreso del sacerdote Solalinde, de la Ciudad de México, donde analiza con los representantes diplomáticos de los países del área de Centro América qué políticas pueden ayudar a frenar el flujo masivo de menores que en su paso hacia la frontera Norte son víctimas de abusos, al margen de las condiciones en que viajan agobiados por la deshidratación por la mala alimentación y el viaje extenuante sobre el lomo y en las entrañas de La Bestia.
     Los menores de edad, que después de la guerra civil que se vivió en El Salvador y Nicaragua  cruzaban la frontera sur y norte para reunirse con sus padres, ahora abandonan sus países por dos razones, explicó Guadalupe Rodríguez: Huyen de la violencia de los pandilleros que tratan de reclutarlos desde los nueve años de edad, van por ellos a la salida de las escuelas y porque muchas madres de familia escapan de la violencia que se genera en sus hogares.
     Mientras tanto, ajenos y distantes de que son parte de la llamada “crisis humanitaria”, los hermanos Erwin y Cinthia siguen con la diversión con la pequeña Valeria, de unos cuatro años de edad, en los columpios, resbaladillas y escaleras de los juegos que se instalaron apenas hace 20 días en el albergue. Brincan, corren y dan volteretas mientras Erwin Natanael, los observa en una mezcla de ternura y de nostalgia por lo que dejó atrás. “A mi país ya no vuelvo. Seguiré adelante por el bien de mis hijos y si no puedo seguir, me quedaré en México como refugiado”, confesó.



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