lunes, 21 de octubre de 2013

Pueblos afros, vs la invisibilidad

Alberto López Morales
      JUCHITÁN, Oax.- A don Fulmencio González Mariche lo vi sentado junto a la puerta de su casa de adobe cubierta de cal. Parecía que sus ojos de tonos verdes buscaban una respuesta al olvido y el silencio en el serpenteante camino que se perdía en la llanura.
     “Aquí no hay quien nos mire”, repetía una y otra vez en medio de su desesperanza acumulada en cada arruga de su rostro inexpresivo a pesar de que no muy lejos, los gritos de algunos niños daban vida al pueblo de Llano Grande Tapextla.
     Alrededor de la pequeña casa de adobe de don Fulmencio, vi otras viviendas pero hechas de ladrillo, casi nuevas, pequeñas igual, pero de ladrillo, construidas con el dinero enviado por los jóvenes afromestizos que dejaron su tierra y fueron en busca de trabajo a Carolina del Norte.
     Llano Grande Tapextla pertenece al municipio de Santiago Tapextla, de la costa chica de Oaxaca donde está, diríamos, el corredor de poblaciones afromestizas descendientes de los esclavos negros comprados de El Congo, Mozambique y Angola (África), a mediados del siglo 16 (1535).
     Recorrí parte de ese corredor de pueblos afros a finales del mes de mayo de 2005. No hacía mucho se había efectuado en Washington un encuentro internacional de expertos que concluía con preocupación la invisibilidad de los pueblos afros de América Latina.
     Collantes, Corralero y Ciruelo, agencias de Santiago Pinotepa Nacional, así como Santo Domingo Armenta, Santiago Tapextla y Llano Grande Tapextla, son pueblos afros que desconocían su raíz, ya habían vivido la discriminación por el color negro de su piel y optaban por negarse asimismo.
     Meses antes, finales de septiembre de 2004, había conocido el pueblo afro de San José Estancia Grande, que se localiza pasando Pinotepa Nacional sobre la carretera costera, en la ruta hacia la comunidad guerrerense de Cuajinicuilapa, conocida como La pequeña África de México.
     Estuve en San José Estancia Grande durante el sepelio de Guadalupe Ávila Salinas, quien en su condición de candidata del PRD a la presidencia municipal había sido asesinada a balazos por el alcalde priísta en funciones, Cándido Palacios Loyola.
     La población afro me sorprendió desde ese entonces por el sentimiento anti mixteco que reflejaban. Durante años de los siglos 19 y 20, los mixtecos de la costa también habían agraviado a los afros al prohibir los matrimonios con hombres y mujeres con la piel de color negro.
     Vi a los afros atrapados en un círculo terrible de pobreza y analfabetismo, de discriminación racial y pérdida de su identidad cultural. Vi afros Invisibles ante la ley y la autoridad y observé pueblos casi fantasmas por la alta migración.
     En la comunidad de El Ciruelo conocí a Elena Ruiz Salinas, nieta de Artemio Ruiz, “uno de los últimos negros que desembarcaron en el siglo 19 en Puerto Minizo”, en la costa chica de Oaxaca. “Los negros ni siquiera estamos en los libros de historia”, me dijo a manera de reproche.
     Sentada en el patio polvoriento de su casa ubicada sobre una calle llena de agujeros y agua de lodo, envuelta en un blanquísimo vestido que contrastaba con el profundo color negro de su piel, la nieta de Artemio Ruiz expresó su molestia porque los afros no tienen su espacio en la historia.
     En Corralero hablé con los señores Obdulio Serrano Morales y Anastasio Colón Rodríguez y los dos, de unos 75 años, admitieron que nadie sabe de dónde vinieron sus antepasados, “aunque por ahí dicen que nuestra raíz está en África, pero sea de donde sea, no negamos el color de la piel”.
     La marginación está en todos los rincones de Corralero. En uno de esos rincones encontré a Regina Reyes y su amiga Bernarda Salinas. Las dos aprovecharon los resortes de un viejo colchón y lo habilitaron como un gran asador de pescados, tirado sobre el piso de tierra.
     Todas las tardes venden decenas de pescados que asan durante la mayor parte del día, bajo el inclemente sol. “Esto lo hacemos desde hace más de 20 años, no sabemos hacer otra cosa y así sobrevivimos”, comentaron.
     Con una población de 2 mil negros, en Corralero conocí a don Wulfrano Serrano Domínguez, quien confesó que ya se había cansado de pelear contra la tierra seca. En varios años sembró la milpa, pero nunca cosechó el maíz. “Ya no siembro. Pa`qué, si nomás nos asoleamos”.
     En Collantes conocí a doña Fidela Bernal Noyola. Una mujer de admirable fortaleza física. No fue a la escuela. No aprendió a leer ni a escribir y para sobrevivir en medio de su pobreza, cuando no producía aceite de coco, acarreaba grava del río en época de secas o desgranaba el maíz ajeno.
     Las hijas de doña Fidela, Máxima y Juana solo escudriñaban el horizonte como para conocer su futuro. Abandonaron la escuela por falta de dinero. “Tal vez nos vayamos al otro lado”, decían ante la mirada de su madre, quien raspaba con el pie la tierra que de noche se convierte en cama.
     Pedro Baños, director de la Casa de Cultura en esa época, me dijo que a partir del año 2000 creció la migración por la pobreza.  Quedan como 5 mil descendientes directos de afros y unos 15 mil hijos de mestizos con afros. La población negra se extingue, advirtió.
 Hablé con  el agente municipal de Tapextla, Higinio Guillermo Verónica Cruz. “La gente se va porque aquí no hay trabajo, la milpa ya no se da y, pues, no hay dinero”, justificó. Él mismo acababa de regresar de Carolina del Norte, donde trabajó cinco años.
     Han pasado ocho años de mi vista a las comunidades afros, en ese entonces  vi que no tenían drenaje y tampoco fosas sépticas. Las casas de salud sin médicos ni medicinas, sin agua potable y eso sí, con sus polvorientas calles y muchos niños enfermos de bronquitis.
     En ese ambiente de invisibilidad y de discriminación, de pobreza y marginación, la propia población afro comenzaba a negarse asimismo. Gladis Arellanes Herrera, maestra de la telesecundaria de Llano Grande Tapextla, me contó cómo vivió la discriminación.
     “Al terminar la carrera de maestra, mi mamá me dijo: Hija, ahora ya te puedes casar, pero por favor no te cases con un negro, porque, imagínate, si eres negrita, ¿cómo serán tus hijos?”.
     El pasado 19 de este mes, se celebró en Collantes, por primera vez en la historia de los pueblos afros, El Día del Pueblo Negro Afromestizo en Oaxaca. Hubo voces que condenaron la ausencia de atención, pero todos vieron el gesto como una línea de acción contra la invisibilidad.
     Sirva este recuento de la memoria como un reconocimiento a la larga lucha que realizan las comunidades afros para que dejen de ser invisibles, que aparezcan en la historia de México, que cuenten con sus sistemas de representación políticas y alcancen el desarrollo que merecen.
     (El texto original que motivó este recuento de la memoria se publicó el seis de junio del 2005, en el diario El Universal)


No hay comentarios:

Publicar un comentario