martes, 5 de julio de 2011

Erase una vez un maestro rural…
                                                                           /Segunda parte/
                                                                        Roselia Orozco- Mtz.
                                                                                     II
                                                                         Segundo encuentro
10 AÑOS
Vencido por el alcohol y la trasnochada, el anciano tiende medio cuerpo sobre una mesa de plástico mientras se aferra a una cajita de madera con dinero, producto de las ventas de diminutas joyas a las bailarinas de Casa Verde, ese emblemático burdel de Juchitán no tan distinto al  que dibujó Vargas Llosa en su novela del mismo nombre. Esa es la imagen que describe Alberto Morales cuando se le pregunta por su progenitor, una escena que tiene el periodista grabado de su mente cuando de niño lo acompañaba al prostíbulo a ofertar su trabajo. Siempre fueron cercanos. De él aprendió el gusto por viajar.
-Lo mejor de mi niñez eran los viajes a Nanchital, Veracruz. Subir al camión y observar el paisaje era toda una experiencia. Era el único que mi padre llevaba al sur de Veracruz cuando iba a vender sus joyas, era orfebre. Allí me nació el gusto por los viajes, por conocer otras latitudes, otros mundos. Creo que, en parte, por eso soy periodista, porque viajo, conozco y exploro vidas. Su muerte me dolió mucho, fue una gran influencia en este humilde periodista.
28 AÑOS
Su formación ideológica y política era a los 28 años completamente comunista e influenciada por Arnoldo Martínez Verdugo, Othón Salazar, Valentín Campa y Ramón Palomino. En esa época era asiduo lector de columnas socialistas en el periódico El Universal, lo que motivó a solicitar empleo al diario. De eso ya 26 años
-Un día tomé el teléfono y llamé a la redacción ofreciendo mis servicios como corresponsal en el Istmo. Detrás de la línea me contestó un directivo que inmediatamente me preguntó si era periodista, la recepción era tan mala que entendí -¿Eres comunista?- yo le respondí emocionado - Sí, soy comunista-
           Del otro lado la recepción tampoco era muy buena que escucharon –Soy periodista-. Por esa confusión estoy en este oficio, asegura riendo mientras se prepara para una amena charla con esta reportera en el lugar de siempre.
                 Alberto recuerda que el primer trabajo solicitado fue sobre la situación política que atravesaba Juchitán después de las confrontaciones entre el PRI y la COCEI, por lo que su texto periodístico tuvo como personajes principales a Leopoldo de Gyvés de la Cruz y Mario Bustillo, a éste último le preguntó qué se sentía ser cacique en un pueblo confrontado y resentido, a lo que el priista respondió molesto.
-No soy un cacique, porque un cacique trae pistola al cincho y yo no.
           Como si las coincidencias existieran, mientras Alberto me contaba la anécdota, al bar entró el mismo priista que en plena madurez lo confrontaba en una entrevista.
-Que pinche coincidencia-, me dijo. Se levantó, lo saludo y le recordó la misma frase que segundos antes me había dicho. El referido rasguñó su memoria, sonrió y asentó a modo de aprobación. La pausa en la entrevista los llevó a muchas anécdotas encadenadas que rompieron la solemnidad de la charla.
54 AÑOS
Para este reportero de 54 años, actualmente los medios de comunicación privilegian el periodismo de declaraciones, en vez de dar voz y espacio a la crónica, al reportaje, las entrevistas de color y los géneros que describen y narran acontecimientos. Para él la información no debe de ser mercancía sino un derecho fundamental de la sociedad y como derecho debe de estar plenamente garantizada por el Estado.
-Al periodismo debemos de verlo como un derecho a la información semejante al derecho a la salud, la educación, el agua y una vida digna, porque el periodismo no es mercancía. Debemos partir de la premisa de quien suministra la información merece toda la protección del Estado Mexicano, sin embargo no sucede así, ya que del 2000 al 2011 más de 70 periodistas han muerto y media docena está desaparecida, entonces hay un acto de omisión o de inacción del Estado para proteger un bien social que es la información.
           Critico al desempeño de las empresas periodísticas o de comunicación que no otorgan seguridad social a sus reporteros, reflexiona que éstas deben de caminar junto con los comunicadores, los de a pie, los que todos los días se parten el lomo detrás de una barricada, una manifestación, un enfrentamiento o una conferencia de presa.
-Se deben de crear las condiciones que rompan el estatus de vulnerabilidad de los periodistas. Darles garantía social, profesionalización, las empresas no lo hacen porque a mayor profesionalización mayor paga, no quieren invertir. Además de tener acceso a un seguro de vida, porque trabajamos en condiciones de alto riesgo. Es necesario derecho a la salud, nuestras familias están desprotegidas. No tenemos seguro social, muchos ni siquiera el salario asegurado poseen, algunos trabajan por notas publicadas u honorarios.
                 Las reflexiones y críticas de Alberto Morales continuaron hasta caída la noche, muchas e interminables anécdotas llenaron la memoria de mi grabadora. Presumió que en el disco duro de su computador tiene miles de historias, como para un libro, quizás sea cierto, pero ésas, algún día las narraré.

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